Temas que nos atraviesan

 

El planeta fue invadido por un virus o varios, originando una pandemia de una duración que no se puede prever. Tampoco se conocen las consecuencias que pueden aparecer.

La población mundial se estremeció, se encerró, en cierta forma dejó de vivir. El encierro, la incertidumbre y el miedo fueron y son elementos que nos condicionan. Y uno se pregunta ¿Cómo era antes? Parece que un manto de olvido penetra en la memoria, haciendo que lo que vivimos parezca más lejano.

La muerte se instaló entre nosotros. Todos los días en las noticias aparecen fría e impunemente cifras de 4, 5 y 6 cifras de muertos por COVID. Y ahí está la muerte actuando a diario provocando lágrimas que riegan la tierra de dolor.

Después de ver tantos casos me pregunto hacia dónde vamos. La muerte nos lleva en manada, pero ¿qué pasa después?

Según las religiones, algunas hablan del alma inmortal que mora junto a Dios. Otras hablan de reencarnación. Los ateos sostienen que no hay nada después. Están los que buscan la luz al final del túnel. En definitiva, uno termina ansioso por saber cuál es su destino después que deja de latir el corazón,

Mucha gente alega que la muerte es parte de la vida. Suena como frase hecha y me quedo pensando que la gente nace, crece, se reproduce y se muere. Eso es lo que biológicamente sucede, sí, es cierto. Terminamos descomponiéndonos bajo la tierra y quedan nuestros huesos o bien cenizas si nos creman. Pero ¿Qué pasa después? Ahí se terminó todo, dejando familia, amigos, padres, hijos etc.

Después de interesarme durante años por la muerte aún no la acepto, porque considero que el cosmos tiene una gran deuda con la humanidad: sabemos cuándo llegamos y hacia donde vamos, pero ignoramos qué pasa después del último aliento.

Creo que no sabemos nada de la muerte, que nadie nos ha enseñado a entenderla y que la gran mayoría de las personas se niegan siquiera a pensar en esta y menos en hablar.

Y a mi me parece que debemos aprender de que se trata e investigar siempre.

Cuando el catolicismo no puede explicar ciertas cosas, entre ellas la muerte, los sacerdotes dicen que estarás con Dios porque te ama y perdona tus pecados. Y si seguís preguntando responden que es cuestión de Fe. Y es cuando la lógica elemental de cualquier ser humano entra en contradicción con lo que es la muerte.

En definitiva, nadie volvió para contar que le pasó cuando se detuvo su corazón, aunque algunas personas tuvieron experiencias muy interesantes y legítimas.

Las dudas siguen existiendo y muchas terapias relativas al tema aparecieron, como la terapia de regresiones a vidas pasadas. La meditación a través de la expansión de la conciencia, etc, etc, etc.

Pero, siempre existe el “pero” después de internarnos en algunas de estas disciplinas. No hay certeza.

En cambio, lo que sí existe es todo aquello que sentimos en nuestro interior; los recuerdos de tiempos pasados, los esfuerzos que hicimos en la vida para lograr los objetivos deseados, los amores, los tiempos de felicidad como los de desdicha y el paso del tiempo. Llegar a un lugar de nuestra vida, hacer un balance y mirar el futuro que nos queda. Pienso que es ese el momento en que entendemos en qué consiste la muerte y quizás cuando nos visitará. Es un momento íntimo, imposible de compartir con otro porque es nuestro. Es una visión sin serlo, es un sentir y una aceptación.

Cuando morimos no lo hacemos de golpe, sino que vamos muriendo de a poco.

Como astróloga que soy busco siempre referencias y analogías con los signos. Hace varios años, por no decir muchos, escribí un artículo que se denomina: Las Muertes Escorpianas.

¿Por qué elegí el signo de Escorpio? Porque es el que está mas relacionado con las muertes, sean físicas, emocionales, vinculares. Escorpio representa a la casa VIII del zodíaco en reposo y representa muy bien a la muerte. Por otro lado, el regente de Escorpio es Plutón, que también es un planeta de muerte y de transmutación.

 


 

Las Muertes Escorpianas

 

por Claudia Lamata

 

La oscuridad y el silencio que someten a un individuo a un estado de profunda introspección, cuando acaece implacable la muerte, es habitual en la vida del nativo del signo de Escorpio.

Son personas que nacen con una importante fortaleza incorporada para poder sobrellevar todas esas crisis, por cierto, intensas, que derivan de experiencias de diversos orígenes.

Escorpio es un signo capaz de soportar fuertes presiones y salir ileso, quizás más que cualquier otro signo, siempre que no se olvide de transmutar sus más bajas pasiones.

De la misma manera que cuenta con una gran fortaleza para el dolor, aunque para poder soportarlo parte de su estructura interna deba sufrir un gran quiebre. Escorpio posee una alta dosis de pasiones letales y destructivas.

Parte de estas muertes se deben a un mal manejo de los sentimientos, de los afectos, principalmente del amor. A este signo fijo de agua dura, le resulta dificultoso y doloroso vivir en el amor, relajarse y disfrutar.

Como buen signo de agua las emociones ocupan un lugar importante en la vida del nativo, pero existe una gran diferencia con sus otros compañeros de elemento. Escorpio siente el amor visceralmente, lo siente con la sangre, forma parte de su alma y de su cuerpo. Es imposible para este signo amar a medias, Escorpio ama con intensidad casi devoradora u odia con la misma fuerza. No hay términos medios, no existen los paños fríos en el amor, para calmar su increíble fuerza.

Escorpio siente con sus genitales y espera con un silencio casi místico poder compartirlo con otro, que sienta y experimente lo mismo. Podría decir que para el nativo el momento de compartir y de entregar ese amor que guardó con tanto celo se convierte en un acto sagrado. No sólo es el sexo por el sexo en sí mismo, sino que este va cargado de un sentimiento de pertenencia y posesión y para él debe perpetuarse por siempre.

Es realmente difícil que logre sentirse retribuido, por la sencilla razón que no todas las personas sienten de igual manera. Y es bajo estas situaciones cuando Escorpio se deja invadir por una sensación de rechazo e inadecuación, como si estuviera desencajado en su sentir con los demás.

El hecho de no sentirse comprendido o contenido no es para él intrascendente, por el contrario, genera en nuestro nativo sentimientos de rencor y en consecuencia de venganza. Desea con todas sus fuerzas que aquel que lo dañó padezca lo mismo. Revistiéndose, después del dolor y de la muerte de ese afecto, de una actitud glacial que simula indiferencia, Escorpio opuestamente a lo que manifiesta siente un ardiente bullir en su interior. Con una indescriptible paciencia espera, observa, espera que las circunstancias se presenten favorables para dar su golpe de gracia. Agazapado y en silencio no deja de saborear cada momento e instante que lo acercan al final tan esperado. Hasta que la vida lo ubica frente a la anhelada situación y con los ojos brillantes por la ansiedad y el deseo de venganza clava con salvajismo el aguijón que lo caracteriza, un aguijón cargado de veneno.

Cuando todo finaliza se retira tranquilo, más no en paz, conforme pero infeliz. Él sabe que no actuó como podría haberlo hecho. La sed de la venganza y el odio encapsulado por sus más bajos instintos lo dominaron, anulando la posibilidad de sucumbir en el dolor, unirse a este, y una vez lograda esa sutil alquimia transmutar para poder elevarse y renacer de sus propias cenizas.

Actuando de esta manera la muerte escorpiana se hace presente una y otra vez, en una sucesión de hechos repetitivos que buscan la luz por caminos equivocados. Más, existe la posibilidad de ir por un sendero más iluminado, y es el que conduce al nativo hacia una nueva etapa evolutiva.

El dolor no faltará, la intensidad del sentir será la misma en el nativo, pero en lugar del rencor o la venganza y su ulterior ejecución, la búsqueda de la Verdad y la Justicia se transformará en su meta. Un objetivo limpio por el cual luchar, frontalmente, sin necesidad de aislarse ni agazaparse.

Cuando Escorpio entiende al amor y su significado, se fortalece, convirtiéndose en un defensor del mismo y enarbolando la bandera de aquella Justicia por la que lucha. Y lo hace con dolor, con el dolor del alma herida que lo empuja hacia el encuentro con la luz. Ese Escorpio es el guerrero que sufre en la batalla de la vida, no lucha para ganar, pelea por un propósito que lo lleva prendido de su alma, que no es más que el encuentro con el amor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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