El gato y el perro
Cómodo en el almohadón ronronea el gato entrecerrando los ojos. Se acomoda y mira al perro que quiere ocupar su lugar. Parece dormido, pero está despierto, parece pequeño pero es grande, parece inofensivo pero es peligroso.
El perro ladra, quiere el almohadón, es cómodo y mullidito.
El gato está inmóvil como una estatua.
El perro ladra cada vez más fuerte, salta, amaga moverlo con la pata, quiere sacarlo.
El gato con su majestuosa indiferencia, lo ignora.
El perro gime y desesperado se echa agotado al lado del gato.
El gato abre los ojos y con su hipnótica mirada azul le dice:
–De poco sirve tanto escándalo.
–Es que yo tengo el mismo derecho, el almohadón es para mí también –gritó el perro enojado.
–Pero qué inocente eres. ¿Crees que porque mueves la cola y lames la cara del humano, tienes privilegios? –dijo el gato con ironía.
–Yo soy leal y amigo –contestó el perro furioso.
–Yo soy suave, mi maullido y ronroneo es dulce y soy muy limpito –agregó el gato.
–Pero yo obedezco y cumplo con todo lo que el humano me pide –dijo el perro orgulloso.
El gato sonrío y acomodándose aún más en el almohadón, dijo:
–Esa es la diferencia, a mí el humano me obedece y cumple con todo lo que le pido. Yo soy el rey y él me sirve. En cambio tú eres su plebeyo y lo sirves a él.
Claudia Lamata
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