Los espejos - relato
El abrazo visual con mi alma se cristaliza en el lugar sin previo consentimiento. El espejo está quieto, a la espera de cualquier mortal que se detenga y velozmente obtenga una imagen de sí mismo; en una devolución compleja del ser interno y externo.
¿Qué dice y qué muestra de mí? ¿Qué queda sostenido en el éter cada vez que mi reflejo se expande? ¿Por qué mis secretos quedan expuestos? ¿Qué mito tan perverso insiste para que estos testigos implacables existan?
Observo mi cuerpo y llevo mi atención a lo profundo de los ojos, cada vez más adentro y veo las sombras del pasado, del que se asoman mujeres niñas, adolescentes, adultas, unidas por una energía de constante transformación. Todas ellas forman mi presente, fueron la promesa de un futuro, pero viven en el pasado como si el tiempo se hubiera detenido en cada etapa de crecimiento. Ese pasado continúa respirando y circulando.
Sin detenerme avanzo hacia atrás y siento que palpito dentro de otra vida, hasta que comprendo que estoy en el vientre de mi madre. Voy más atrás y veo otras existencias que sostienen realidades ciertas; mas todas responden a mi aliento. No hay tiempo, porque el pasado no se detiene, ni está unido al presente ¿Qué presente? Ya perdí el sentido del “aquí del ahora”.
Las formas fluyen a raudales y mil voces retumban en mis oídos; imágenes históricas me atraviesan en un sinfín de vibraciones y colores inexplicables. Todo existe en un caos que enloquece a la razón, y un brinco me arrastra a una velocidad infinita.
Nuevamente el espejo devuelve la imagen que habita mi cuerpo físico en esta realidad ¿En este momento? O quizás, al tiempo lo conforman realidades que vivimos simultáneamente y solo una sola podemos distinguir.
Lo cierto es que existen los espejos velados, perfectamente ocultos, solo para ser descubiertos por personas que consideren al pasado como un presente activo, unido a un futuro, que por supuesto también pertenece al mismo pasado.
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