Otro sentir - relato


 

 

 


 

 

Pasa las hojas leídas con lentitud, para que no omitir las notas al pie de página y con interés su vista recorría los renglones de la siguiente.

La lectura para ella es el arma más valiosa que tiene. Con esta puede comprender al mundo, conocer la ciencia, la botánica, la anatomía, la psicología. Cuando todos esos conocimientos crecen en su cerebro se siente plena.

El aroma de una flor, como el color del cielo tienen sonidos. Acariciar a los perros y gatos y besarlos provocan susurros diferentes.

Las personas al moverse o expresarse emanan músicas variadas, a veces alegres otras tristes.

Ella las escucha con sus ojos, con su olor, con el tacto, pero no con los oídos.

Las melodías las percibe, las siente en la piel. Escucha el cinismo, el rechazo, la compasión; suenan diferente y ella las entiende.

No necesita leer los labios porque la música de cada energía le explica la naturaleza de cada persona.

Nunca oyó,  no sabe lo que son los sonidos externos, pero sí conoce los que recorren su cuerpo.

Y el silencio… su oscuridad la envuelve y la conmueve. Cuando descansa el silencio la acompaña hacia adentro, hacia su interior y traspasa su cuerpo y escucha sonidos. Son voces dulces que acarician su cuerpo, son cálidas y llenas de ternura, que le aconsejan, que le enseñan como es el amor y su sutileza.

El silencio le permite hablar con ella misma y comprender la vida.

El bullicio, la tensión y los gritos no forman parte de su existencia porque los aísla.

En su mundo de silencio eterno el canto de los pájaros y la dulzura de la melodía de un violín tienen una frecuencia altísima, como la mirada intensa del amor.

Es su mundo lleno de recursos… piensa si fuera de otra manera, si pudiera escuchar… y mirándose en el espejo niega con la cabeza y en ese instante su propia música comienza a sonar.

 

Claudia Lamata

 

 

 

 

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