Cita con el diablo


 

 

 

Dieron las doce campanadas de la medianoche de un día gélido de invierno y pronto llegarían los miembros.

Emilia esperaba que todos cumplieran con las normas del reglamento: vestidos negros, trajes negros, guantes negros.

Dispuso los candelabros de plata con las velas negras y un mantel de encaje también negro cubría la mesa.

Emilia ató su cabello en un rodete sobre la nuca, se paró frente a la puerta con la espalda recta y los músculos en tensión.

Los miembros abrieron la puerta y comenzaron a entrar con saludos imperceptibles o con sutiles movimientos de manos o inclinación de cabeza.

Rodearon la mesa todos de pie cada uno de tras de una silla a la espera de la llegada del invitado más importante.

La cortina de terciopelo negro que rodeaba la sala circular se abrió y apareció imponente el dios del mal, quien fue recibido con reverencias.

Miró a cada una de las personas que formaban el cónclave, con una media sonrisa clavó sus ojos negros rojizos en las almas de cada uno de ellos, provocando dolor y estremecimiento.

Con voz grave les preguntó a qué se debía esa reunión, para que lo habían convocado.

—Mi señor, necesitamos de vuestra ayuda, los tiempos que corren marcan una terrible tormenta de dudas y escepticismo. ¿Qué debemos hacer? —preguntó con voz sombría Emilia.

—Te he otorgado el poder y la astucia de una serpiente para mentir, embaucar, estafar. Debes hacer tu trabajo tal como lo has prometido —dijo el diablo con voz pastosa.

—Lo he intentado, pero… —y se interrumpió.

—Has mandado a la ruina y empobrecido a una nación entera, solo resta que la destruyas ¿quieres que yo lo haga por ti? —exclamó furioso— ¿Qué otros problemas tienen?

—Los secuestros, la trata de personas: la situación está cada vez más tensa con la policía, piden coimas por todo de lo contrario no hacen su trabajo y estamos expuestos —dijo con desesperación uno de los hombres— ¿qué puedo hacer?

—Tu vulnerabilidad no me sirve, no debes trabajar más para mí.

—Pero mi señor ¿qué será de mí ?, usted me prometió una vida de placer, dinero y bienestar. Hasta siento que estoy enfermando por la tensión nerviosa —suplicó el hombre.

—Vete y no vuelvas, no sirves… dijo el diablo sentándose en un sillón

El hombre salió como una exhalación, segundos después se escuchó un golpe seguido de un grito en la calle. Había muerto atropellado por un auto.

—Deben escucharme atentamente para que este contrato funcione —expresó Satán hablando lentamente— No obtendrán nada de mí, nada de lo que ustedes con sus mentes sucias, ambiciosas, inescrupulosas ansían. Estos trabajitos de bajo nivel se los facilito para que empiecen a entender la oscuridad, nada más. Pero, lo que ansío vehementemente es el alma pura, la inocencia, el dolor que puedo infligir y el deleite en saborearlo. Vengo para destruir el amor, para subordinar a todas aquellas almas débiles que se dejen seducir por la ambición, la vanidad, la soberbia, la envidia, el odio, la muerte despiadada. Todo eso quiero para mí —dijo regodeándose.

—Todo es para usted, no comparte nada de su asqueroso botín con nadie más, promete cosas que no cumplirá jamás, para que otros den la cara por usted, Mi querido señor, usted es un egoísta un mentiroso; nunca dará nada, jamás —dijo una joven que al hablar retiró su abrigo y dejó ver un vestido claro.

—¿Y a qué has venido? Vete —dijo enfurecido.

—Vine porque soy libre de ir donde me plazca y además porque no le temo, por el contrario, me da asco. Todos los que están acá quieren más. Sí, tiene razón, son inmorales, corruptos, insanos, sucios, por eso vienen a satisfacer sus más viles y bajos instintos señor Diablo. Conmigo es diferente vine por curiosidad, quería saber como despliega su enorme poder y por lo que veo, solo puede influir en los débiles y en los que no tienen conciencia.

—No conoces mi poder… —dijo suavemente.

—Usted tampoco conoce el mío y créame que es muy fuerte. A usted le vi la cara muchas veces en mi vida, pero nunca pudo conmigo ¿sabe por qué? porque en mí brilla la Luz y en usted la eterna oscuridad. Siempre estará sujeto a estos parásitos para conseguir lo que desea, ya sea la muerte de un presidente, de un fiscal, de un multimillonario, tener poder con el tráfico de drogas y de personas, pero jamás lo puede hacer solo, siempre necesita que lo asistan.

El diablo mantuvo su posición sentad aferrado a los apoya brazos mirando a la joven con expresión dura.

—Ahh, y además no le tengo miedo, así que no venga con jueguitos nocturnos para amedrentarme. Usted no entra en mi casa y tampoco en mí —la joven revoleó la capa negra tirándosela en la cara y terminó diciendo: —no soy el Arcángel Miguel, soy una simple mortal que quiero vivir en paz y feliz. Aunque si quiere puede llevarse a varios que en este mundo están molestando bastante, claro si quiere hacer algo digno, aunque de usted nada bueno se puede esperar.

La mujer salió dando un portazo. El amanecer se abría paso, los tenues rayos de sol se filtraron en la oscura sala circular. Una neblina espesa envolvió a los presentes que fueron deslizándose hacia el suelo sin ya poder respirar. El diablo emanó destellos de luz ardiendo por dentro hasta formar una masa de fuego intenso que lo convirtió en cenizas.

En las noticias de ese día los diarios publicaron que se había producido un suicidio en masa en una casa de un barrio alejado, con un principio de incendio.


Claudia Lamata

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