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Mostrando entradas de febrero, 2022

Papá - relato

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        El pecho sube y baja cada vez que el aire entra con dificultad por tu nariz y sale por tu boca, en forma de pequeñas explosiones. Estás muy delgado, los huesos atraviesan la piel manchada de pecas marrones, las venas recorren tu cuerpo como racimos interminables. Y vos ahí, quieto. Tenés los ojos abiertos como si estuvieras mirando algo en el techo. Quisiera decirte muchas cosas aunque dudo que escuches, sin embargo tengo la necesidad de hacerlo. Acerco una silla y la coloco junto a tu cama. Te miro pero no te hablo. Veo un bolígrafo en la mesa de luz y se me ocurre que puedo escribir en vez de hablar. Mi cuaderno de notas… sí, siempre va conmigo. Lo abro y te estoy escribiendo ahora. ¿Me escuchás? Porque ya te estoy hablando. Escribo y te hablo: Te estás muriendo papá, lo estás haciendo a cada instante y miró hacia atrás y te veo con   tanta vitalidad que brotaba de tu cuerpo, de tu espíritu. Te gustó la buena vida, la disfrutaste. No te privaste ...

Perdón - Relato

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          De haberme quedado esa noche en mi casa, ahora mi vida sería otra. Caminaba inmerso en mis pensamientos, con las manos en los bolsillos sin rumbo fijo; la lluvia caía impune desde un cielo gris oscuro, cómplice de mis aterradores pensamientos. Era otro hombre, diferente al del pasado, el de otra vida muy lejos en el tiempo. Me había convertido en un diablo, sí, un diablo con sed de venganza y sangre. Al doblar la esquina me deslicé en la prematura noche invernal, y dejé que la ventisca y el granizo me arrastraran hacia aquel lugar, No puse resistencia a los sabios fenómenos de la naturaleza, me dejé arrastrar y fijé mi vista en aquel edificio al que la vida me empujaba. El destino y mis deseos se unieron formando un ejército. El odio se dejó saborear en mi boca, y el nervio había puesto rígido mi cuerpo, todo, de pies a cabeza. Entré en la biblioteca, dejando huellas de agua a cada paso que daba. Subí la escalera, con lentitud, permitiendo...

El religioso; carta a su hermano

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      Querido hermano Te escribo esta breve carta, para contarte un episodio del cual he sido testigo en la misa de esta mañana en la iglesia de San Juan Bautista. Llegué unos minutos antes que la celebración de la misa de Reyes iniciara. Me senté en el extremo del banco que ocupo siempre. Tú sabes lo rutinario que soy, pero para escuchar la palabra del santísimo mis nalgas deben estar cómodas. Distraídamente miré a la gente que entraba y se acomodaba en diferentes lugares, algunos, sin persignarse en el cruce de la nave principal. Es un fastidio la falta de respeto que existe entre los feligreses. Para calmar mi irritación recé una oración llevando mi atención al tapiz de La Adoración de los Reyes que cubre la ventana, ubicado detrás del órgano. Preciosísimo paño, tejido según un cartón de Rubens. A pesar del calor que sentía continué orando hasta que la presencia de un jovencito me distrajo. Con el plumero y sus trapos limpiaba el órgano con asombroso vigor. A...